viernes, 25 de enero de 2013

Peñafiel, la capital del vino



Peñafiel es un lugar imprescindible para los amantes del buen vino y sobre todo para aquellos que nos decantamos por el vino de Ribera del Duero. Fuimos el año pasado a finales de marzo y no pudimos resistirnos a realizar una cata de vinos en una de las numerosas bodegas que inundan estas tierras.
Nuestro alojamiento fue en El Convento de las Claras, un bonito hotel spa que se encuentra en el centro urbano de Peñafiel, sobre el precio no os puedo decir nada porque nosotros fuimos gracias a un regalo que me hicieron mis padres; sin embargo, por lo que he visto por Internet me parece un precio demasiado excesivo para los servicios que ofrece, aunque la realidad es que no probamos el spa.
En el pack nos incluía la visita a una bodega del propio alojamiento. Esta experiencia fue una de las mejores que vivimos en nuestro viaje. Nos tocó un guía que nos explicó todos los pasos que se deben realizar para crear un buen vino y pudimos degustar diversos caldos para ver las diferentes texturas que tenían cada uno de ellos en función de la uva y del tiempo que habían macerado. Por desgracia no pudimos comprar vino con este mismo nombre, ya que la bodega había empezado justo el año anterior y todavía no había permanecido el suficiente tiempo en barrica. No obstante, ya se puede adquirir al precio de diez euros.
Tras terminar nuestra visita nos dirigimos al restaurante Mannix, ubicado en Campaspero una localidad cerca de Peñafiel. Este restaurante me lo recomendó mi padre y puedo decir que comimos uno de los mejores lechazos que he probado en mi vida. Cuando entras al restaurante es algo pintoresco por su decoración, pero los platos están exquisitos; la verdad es que nosotros íbamos con la idea de lechazo y fue lo único que comimos, pero los ojos se te iban a los platos de los comensales de nuestro alrededor, porque todo tenía una pinta exquisita. En una comida tan suculenta no podía faltar un buen vino, el camarero  nos recomendó el vino Emina y fue todo un éxito, incluso como nos gustó tanto bajamos una botella para regalar. Terminamos la comida con una tarta de queso casera. Del montante de la cuenta no me acuerdo exactamente, pero os puedo decir que no nos pareció caro para lo bien que habíamos comido.
Tras reposar la comida decidimos dar una vuelta para conocer el pueblo y sus numerosas tiendas para al día siguiente comprar varias botellas de vino para amigos y familiares. Por la noche cenamos en un bar de la plaza del pueblo y probamos diferentes vinos, al margen del Protos, que es mi favorito, probamos uno que nos llamó la atención y sobre todo cuando vimos el precio al día siguiente, se llama Valdebodegas y la botella cuesta 5 euros, un precio que nos pareció bastante ajustado para la calidad del vino. La cena también nos pareció barata, ya que consumimos varias raciones por un precio bastante bajo.
Al día siguiente fuimos a ver la bodega Protos, aunque no entramos nada más que para comprar vino, ya que con la visita que habíamos realizado el día anterior tuvimos suficiente. Compramos varias botellas de Protos, sobre todo de crianza que es el que más nos gusta. También decidimos probar el Protos rosado, aunque luego al saborearlo me decepcionó bastante, de la marca Protos me esperaba algo más. Finalizamos nuestra escapada por Peñafiel visitando su precioso castillo, que ofrece unas maravillosas vistas a todos los viñedos y bodegas que inundan esta tierra.

2 comentarios:

  1. En Peñafiel he comido la mejor tarta de queso que he probado nunca...

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  2. Pues la verdad es que estaba rica, pero Álvaro dice que ha comido mejores en el norte de Galicia, que es el experto en tartas de queso. Oye has cocinado la que puse de queso y leche condensada? Esa sale muy rica y jugosa y es muy fácil de hacer.

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