Peñafiel
es un lugar imprescindible para los amantes del buen vino y sobre todo para
aquellos que nos decantamos por el vino de Ribera del Duero. Fuimos el año
pasado a finales de marzo y no pudimos resistirnos a realizar una cata de vinos
en una de las numerosas bodegas que inundan estas tierras.
Nuestro
alojamiento fue en El
Convento de las Claras, un bonito hotel spa que se encuentra en el centro
urbano de Peñafiel, sobre el precio no os puedo decir nada porque nosotros
fuimos gracias a un regalo que me hicieron mis padres; sin embargo, por lo que
he visto por Internet me parece un precio demasiado excesivo para los servicios
que ofrece, aunque la realidad es que no probamos el spa.
En el
pack nos incluía la visita a una bodega
del propio alojamiento. Esta experiencia fue una de las mejores que vivimos en
nuestro viaje. Nos tocó un guía que nos explicó todos los pasos que se deben
realizar para crear un buen vino y pudimos degustar diversos caldos para ver
las diferentes texturas que tenían cada uno de ellos en función de la uva y del
tiempo que habían macerado. Por desgracia no pudimos comprar vino con este
mismo nombre, ya que la bodega había empezado justo el año anterior y todavía
no había permanecido el suficiente tiempo en barrica. No obstante, ya se puede
adquirir al precio de diez euros.
Tras
terminar nuestra visita nos dirigimos al restaurante
Mannix, ubicado en Campaspero una localidad cerca de Peñafiel. Este
restaurante me lo recomendó mi padre y puedo decir que comimos uno de los
mejores lechazos que he probado en mi vida. Cuando entras al restaurante es
algo pintoresco por su decoración, pero los platos están exquisitos; la verdad
es que nosotros íbamos con la idea de lechazo y fue lo único que comimos, pero
los ojos se te iban a los platos de los comensales de nuestro alrededor, porque
todo tenía una pinta exquisita. En una comida tan suculenta no podía faltar un
buen vino, el camarero nos recomendó el
vino Emina y fue todo un éxito, incluso como nos gustó tanto bajamos una
botella para regalar. Terminamos la comida con una tarta de queso casera. Del
montante de la cuenta no me acuerdo exactamente, pero os puedo decir que no nos
pareció caro para lo bien que habíamos comido.
Tras
reposar la comida decidimos dar una vuelta para conocer el pueblo y sus
numerosas tiendas para al día siguiente comprar varias botellas de vino para
amigos y familiares. Por la noche cenamos en un bar de la plaza del pueblo y
probamos diferentes vinos, al margen del Protos, que es mi favorito, probamos
uno que nos llamó la atención y sobre todo cuando vimos el precio al día
siguiente, se llama Valdebodegas y la botella cuesta 5 euros, un precio que nos
pareció bastante ajustado para la calidad del vino. La cena también nos pareció
barata, ya que consumimos varias raciones por un precio bastante bajo.
Al día
siguiente fuimos a ver la bodega
Protos, aunque no entramos nada más que para comprar vino, ya que con la
visita que habíamos realizado el día anterior tuvimos suficiente. Compramos
varias botellas de Protos, sobre todo de crianza que es el que más nos gusta.
También decidimos probar el Protos rosado, aunque luego al saborearlo me
decepcionó bastante, de la marca Protos me esperaba algo más. Finalizamos
nuestra escapada por Peñafiel visitando su precioso castillo, que ofrece unas
maravillosas vistas a todos los viñedos y bodegas que inundan esta tierra.
En Peñafiel he comido la mejor tarta de queso que he probado nunca...
ResponderEliminarPues la verdad es que estaba rica, pero Álvaro dice que ha comido mejores en el norte de Galicia, que es el experto en tartas de queso. Oye has cocinado la que puse de queso y leche condensada? Esa sale muy rica y jugosa y es muy fácil de hacer.
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