jueves, 16 de enero de 2014

Tailandia, el país de las sonrisas

Tailandia es un  país que te enamora y a la vez te deja con la sensación de seguir queriendo conocer Oriente. Si quieres desconectar totalmente del estrés y de tu vida normal, qué mejor que irte a la otra punta del mundo y disfrutar de este maravilloso país.

En este caso nosotros hicimos un circuito que nos mostró las ciudades más importantes de Tailandia. Intentar elegir un vuelo directo para perder el menor tiempo posible, aunque si os agobian mucho los aviones, tened cuidado, ya que son 12 horas para ir y 13 para volver. Os aconsejo que intentéis dormir en el avión, ya que allí, por lo menos nosotros, llegamos a primera hora de la mañana y nos tuvimos que poner en marcha para ver Bangkok.

La verdad es que iba un poco asustada porque había leído muchas cosas de esta ciudad, sobre todo la gran cantidad de gente que vivía y que podía llegar a agobiar, pero para nada. Aunque vivan más de quince millones de habitantes no da la sensación de agobio que puede producir cualquier ciudad europea. Nada más llegar al hotel, al ser un viaje contratado, apareció la guía para vender las respectivas excursiones, os aconsejó que Bangkok la visitéis por vuestra cuenta, ya que es una ciudad muy accesible, eso sí nosotros decidimos contratar una excusión al mercado flotante, que se encuentran a 90 kilómetros de la ciudad.

Lo primero que hicimos fue coger un taxi, existen cientos de ellos en la ciudad con diferentes colores y son muy baratos. Fuimos al Palacio Real, que es una de las grandes maravillas que tiene la capital tailandesa. Nada más llegar nos intentaron timar, haciéndonos comprar la entrada con antelación, pero os puedo decir que esto es muy raro en Tailandia, ya que en el resto de los días que estuvimos no volvió a ocurrir nada parecido. No obstante, no nos fiamos y compramos la entrada una vez dentro del Palacio.

El Palacio es muy grande y el ambiente tiene mucha humedad, por lo que vais a pasar bastante calor, pero es impresionante, las estatuas, las esculturas… Además, si es la primera vez que vais a un país de Oriente llama la atención el colorido, los materiales utilizados, las formas, el revestimiento con pan de oro, las ofrendas, los jardines….

Tras pasar varias horas en el Palacio y tomarnos un refrigerio, porque si no es imposible sobrevivir, decidimos acercarnos al templo Wat Arun, que se encuentra al otro lado del río. Aquí os donde se complica un poco el viaje, a la hora de entenderse con la gente, ya que teníamos que coger un barco que cruzara el río Phraya, pero no sabíamos donde teníamos que hacerlo. Intentamos preguntar a varias personas en inglés, pero no sabían y los tailandeses no hablan mucho con los gestos, así que entre lo que nos explicaron y el mapa conseguimos llegar a un embarcadero muy pequeño, rodeado de tiendas y con un fuerte olor a bacalao. El ticket para el barco sólo costaba unos céntimos así que decidimos montarnos para ver si ese era el que nos llevaba al templo, y tuvimos la suerte de que sí. Este templo es una especie de torre, a la que tienes que subir por unos escalones muy pronunciados, donde llegas a varias terrazas en las que hay varias esculturas de soldados y animales.

Tras llevarnos la primera impresión de la ciudad, decidimos volver al hotel para cambiarnos y salir a cenar. La guía nos recomendó no comer en los puestos callejeros, ya que los estómagos de los occidentales no están acostumbrados a las especias y al picante. Así que como estábamos cansados decidimos entrar a un Pizza Hut y cenamos de lujo y aunque pedimos una pizza sin picante, tenía cierto punto, con esto os quiero decir que casi todas las comidas van a tener ese sabor.

Al día siguiente teníamos la excursión al mercado flotante, que os la recomiendo, porque es una aventura formidable, se encuentra a 90 kilómetros de Bankgok por lo que nosotros decidimos contratarla. En este mercado puedes encontrar multitud de productos, aunque sobre todo destacan las diferentes frutas que puedes catar. En esta excusión también se incluía la visita a un templo y a un parque con animales en el que  tuvimos nuestro primer contacto con los elefantes y es una de las mejores experiencias del viaje, ya que les puedes dar de comer y acariciar. En este mismo parque también puedes disfrutar de un espectáculo con cocodrilos y les puedes echar de comer, aunque con más cuidado, ya que no son tan dóciles. La tarde la terminamos con un estupendo masaje de dos horas. Os recomiendo que disfrutéis de todos los masajes que podáis, ya que son muy baratos y una auténtica delicia, eso sí aseguraros de que no tienen final feliz. Esa noche decidimos acercarnos a un restaurante tailandés y pedir pescado y la verdad es que no estaba malo y explicándoles que no les gusta el picante te lo colocan a parte. Terminamos el día recorriendo un mercado que estaba cerca del hotel y donde podías encontrar alguna que otra ganga, aunque no os volváis locos, ya que hay mercados en todas las ciudades de Tailandia con precios parecidos o más baratos.
Nuestra tercera jornada en Tailandia comenzó con el Templo de Mármol y Wat Po, que es donde se encuentra uno de los budas más grandes del mundo. A continuación, cogimos un taxi y nos acercamos a ver la montaña dorada, la verdad es que no es nada del otro mundo, pero tiene un jardín bastante bonito y encima se está muy fresquito, por lo que es una gran parada sobre todo a mediodía que es cuando más calor hace. Cogimos un taxi para pasar la tarde en un centro comercial. Son diferentes a los europeos, en el que estuvimos tenían siete plantas y cada una de ellas se dedica a una temática, las que son de ropa tienes tiendas pequeñas como las de los mercados con precios parecidos. Ese día volvimos a picar con los restaurantes americanos, en este caso un Mc Donalds.

La tarde la terminamos visitando un templo indio, cerca del hotel que es muy diferente a los tailandeses. Para volver al hotel decidimos utilizar el skytrain, que como su nombre indica es un  metro que va por el exterior. Hay máquinas para comprar los tickets, por lo que si sabéis un poco de inglés no tendréis ningún problema. Terminamos el día tomándonos una copa en el Sirocco Bar, que es uno de los hoteles más altos de Bankgok y tiene unas vistas espectaculares. Las copas un poco caras, pero para tomarse una está genial. Lo malo es que no te dejan echar fotos, pero si te escondes un poco, siempre puedes hacer alguna.
RIO KWAI
Nuestra experiencia en Bankgok ya había terminado y ahora tocaba recorrer un poco este maravilloso país. Comenzamos nuestra andadura en el río Kwai, donde visitamos un museo y un cementerio de la Segunda Guerra Mundial donde se encuentran los prisioneros que perdieron la vida durante la construcción del puente. No obstante, lo más bonito fue el recorrido que se realiza por barca sobre el río hasta llegar al puente. Para los cinéfilos está será una de las partes más interesantes del viaje, ya que podrán ver la estructura de la película El Puente sobre el Río Kwai.
En el mismo puente, tomamos el tren de la muerte, no os asustéis por el nombre, ya que no sufriréis ningún percance, eso sí será un viaje interesante con unas vistas maravillosas. Tras comer y continuar otro pequeño trayecto en el tren llegamos al hotel River Kwai, un alojamiento maravilloso en mitad de la nada. Al hotel hay que llegar en barca y allí te dan una pequeña cabaña donde pasas la noche. Como llegamos por la tarde pudimos disfrutar de la piscina e incluso la guía hizo una pequeña excursión para explicar la flora que había en este lugar. Por la noche en el propio establecimiento pudimos disfrutar de un espectáculo de las tribus birmanas.
AYUTTHAYA
Al día siguiente, continuamos nuestro recorrido hacia una de las zonas más conocidas de Tailandia, el centro arqueológico de Ayutthaya, antigua capital del reino de Siam. Lo que más llama la atención es una cabeza de Buda que se encuentra entre las raíces. Según nos contó la guía en este lugar decapitaron varias cabezas de buda y cuando ésta se iba a caer al suelo, las raíces del árbol se unieron para impedírselo. No obstante, no es el único monumento que podemos ver en todo este recinto, ya que hay varios budas que por su tamaño y su color blanco llaman la atención.
Nuestro siguiente destino fue lo que menos me gusto del viaje, ya que fuimos a un templo, donde hay una gran cantidad de monos sueltos que intentan jugar contigo, aunque a mí personalmente no me gusto su juego. Si lleváis comida para ellos tened cuidado, ya que se os pueden tirar encima.

A continuación, salimos hacia Phitsanulok, donde pasaríamos la noche. Allí la guía nos ofreció hacer una excursión para ver el buda de oro que se encuentra en un pequeño tempo y es uno de los budas que más nos llamó la atención. No obstante, lo que más nos gustó de la excursión fue la visita a un mercado típico de Tailandia, donde pudimos degustar varios insectos. Cabe señalar que estos insectos no se encuentran en el campo, si no que se crían en granjas y son aptos para el consumo. Los que más me gustaron fueron los renacuajos y los gusanos y lo que menos las cucarachas.
Luego visitamos el mercado, nos dieron para catar una especie de tortitas con merengues muy ricas y carne de cerdo asada muy parecido a la panceta que tenemos en nuestro país. La excursión finalizó con una cena típica tailandesa con un espectáculo en el que participaron los chicos y nos reímos bastante.
CHIAN RAI
Al día siguiente, aunque estaba nublado y lloviendo visitamos el parque arqueológico de Sukhotai, que ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Tras ver este fantástico lugar nos trasladamos a la ciudad de Chian Rai, donde pudimos disfrutar de uno de los mejores hoteles en los que he estado en la vida, Le Meridien. La cama era un lujo, el entorno lo mismo y tenía una maravillosa piscina donde poder darse un baño para relajarse del viaje. Esa tarde noche también aprovechamos el parón para darnos otro masaje tailandés y así recuperarnos.
En nuestra siguiente jornada pudimos disfrutar de una de las experiencias más interesantes del viaje, ya que visitamos un par de tribus en las montañas, Akha y Yao. Llegamos allí en camioneta y cargados de productos de alimentación para dejárselos a la gente que vive en estas aldeas. Nada más bajarte del coche, numerosos niños se acercan a ti para pedirte comida y ver quienes son esos extraños que han llegado hasta su tribu. Poco a poco vas viendo las condiciones en las que viven y lo mucho que les gusta interaccionar con los turistas y mostrarles su modo de vida.
Nuestra siguiente visita fue al museo del opio donde te muestran lo importante que ha sido este producto para esa tierra y terminamos la mañana en el famoso Triangulo del Oro del río Mekong, frontera entre Tailandia, Birmania y Laos. Por la tarde había la posibilidad de hacer una excursión a Birmania, pero a mi me pareció excesivo el precio para simplemente cruzar la frontera. Según nos comentó la guía es un país más pobre que Tailandia y en la frontera se encontraban mercados donde se podían adquirir imitaciones de ropa y otros productos bastante baratos. Nosotros decidimos dedicar la tarde a un mercado de productos birmanos, pero que se encontraba en la parte de Tailandia.
Al día siguiente, visitamos uno de los templos más impresionantes del viaje, el templo blanco: Wat Rong Khun. Es un templo inacabado con varios edificios, al principal se accede a través de un puente bastante espeluznante, ya que salen del agua como varios brazos de esculturas que intentan cogerte. No obstante, a lo largo de los diferentes edificios podemos ver en más de una ocasión máscaras u otro tipo de imágenes bastante macabras.
Si impresiona el exterior del templo también lo hace el interior, ya que en sus murales se pueden ver representados varios acontecimientos de nuestra historia más reciente como las torres gemelas siendo derribadas por un avión, unas zapatillas Converse a Bush y Bin Laden montados en una especie de cohete… Se cree que los murales representan el enfrentamiento entre los valores orientales (la paz o la espiritualidad) y los occidentales (el caos, el consumismo y la violencia).
CHIAN MAI

Continuando nuestro viaje hacia Chain Mai paramos en una fábrica donde nos enseñaron como se hace la seda, así como las famosas sombrillas. Son un souvenirs que no podéis dejar de comprar, además son bastante baratas y te las pintan como tu quieres. En el lugar donde paramos nosotros también te pintaban camisetas al momento con dibujos fascinantes.

La tarde la terminamos en el templo Doi Suthep o templo de la montaña. Allí pudimos dar varias ofrendas a buda y nos colocaron una pulsera bendecida, mejor dicho a las mujeres el sacerdote budista nos la dio y nos la tuvimos que colocar nosotros, ya que ellos no pueden tocar a una mujer. Por su parte, a los chicos si que se la colocaron. Por cierto, aunque parecía que la pulsera iba a durar un par de días a mí me duró más de un año, eso sí por superstición nos dijeron que era mejor que no nos la quitáramos, así que yo estuve más de un año con ella en la muñeca.
Esa noche nos fuimos con el chófer del autobús para disfrutar del deporte nacional de Tailandia: Muay Thai. Fue una experiencia muy recomendable, incluso para las personas que no nos gustan los deportes de contacto. Daros cuenta que no vais a un estadio ni nada parecido, lo vimos en una especie de corral, donde salen luchadores de diferentes edades, al principio da un poco reparo ya que comienzan niños de unos 12 años a pegarse, pero luego poco a poco van saliendo los mayores.
La siguiente jornada era para mí la más esperada del viaje, ya que íbamos al campamento de elefantes y es mi animal favorito y siempre he tenido la ilusión de subirme encima de uno. Al contrario de lo que ocurre con otros animales como el camello en los que ellos se bajan y tú te subes, aquí hay una especie de plataforma para que los animales no sufran. En el paseo encima del elefante vas disfrutando de una espesa selva y un hermoso río, una experiencia inolvidable y fascinante que recomiendo a todas las personas y muy especialmente a aquellas que estamos enamoradas de este animal.
Tras el paseo por la jungla, disfrutamos de una pequeña exhibición de estos paquidermos y pudimos jugar con ellos y disfrutar de este maravilloso animal. A continuación, descendimos el río en balsa de bambú para terminar en una maravillosa plantación de orquídeas, donde pudimos degustar una comida que habían hecho especialmente para los viajeros españoles; incluso se atrevieron con una tortilla de patata, que aunque no estaba igual que en España, estaba bastante rica y sobre todo hay que agradecerles el esfuerzo, para que nos sintiéramos como en casa.
Esa tarde se podían realizar varias excursiones, una de ellas era para hacerte fotos con tigres, los tienen en una especie de zoo y te dejan entrar y arrimarte a ellos para sacarles fotos. Mientras los compañeros se estaban haciendo fotos, yo decidí probar los peces que comen las pieles muertas de los pies y la verdad es que la experiencia fue bastante agradable.
La siguiente excursión que  nos propusieron fue la visita a las tribus Karen y Kayan que son parecidas Mae Hong Song. El problema de ésta última es que para llegar hasta allí hay que desplazarse en avión, mientras que las que vimos nosotros nos pillaba en el recorrido y por eso pudimos ir a verlas. Estas tribus son conocidas como “Mujeres Jirafas” y aunque cuando las ves te da un poco de reparo, la verdad es que según nos explicó la guía allí se ve como algo normal y no como algo malo para las mujeres. Quizá lo que más aprensión daba era ver a las niñas, ya que comienzan cuando son pequeñas con siete u ocho años y se les van colocando collares a medida que avanzan en edad.
PHUKET
Al día siguiente cogimos un avión para acercarnos hasta las playas de Phuket para descansar tres días antes de volver a España. Existen varios destinos de playa, nosotros escogimos Phuket porque era el más económico, aunque también es el más turístico, aunque como nosotros lo que queríamos era descansar escogimos un hotel que no se encontraba en la zona de salir de fiesta, si no cerca de un pequeño pueblo. El Hotel se llamaba Evason Phuket & Six Senses Spa. Antes de llegar tanto el guía como el propio hotel te ofrecen excursiones sobre todo relacionadas con el mar, lo que ocurre es que como llegas tan cansado del resto del viaje, nosotros decidimos disfrutar estos tres días y relajarnos en la playa.
 En Tailandia no ocurre como en otras partes del mundo donde puedes elegir hoteles con Todo Incluido y en el caso de que decidas esto te sale demasiado caro, así que nosotros lo reservamos con alojamiento y desayuno. El desayuno es una auténtica delicia, así que es mejor comer bastante, ya los precios de la carta son un poco prohibitivos. Os aconsejo que bajéis a cenar al pueblo que está al lado, a comer no os lo aconsejó, ya que hace un sol de justicia y podéis morir en el intento. Pero para cenar hay varios lugares, nosotros estuvimos en dos, uno que es típicamente en el que tenías que comer en el suelo y ni si quiera hablaban inglés, pero bueno nos entendimos como pudimos y nos comimos patatas fritas y unos grandes gambones asados, ya que este pueblo es de pescadores y por lo tanto su plato estrella es la mayoría de los restaurantes es el pescado y el marisco. Al siguiente día, decidimos probar otro en el que nos pudiéramos comunicar con los camareros y también cenamos muy bien, por lo que la experiencia fue bastante buena ambos días. 

El hotel cuenta con una playa privada a la que se accede en barca, es un lugar maravillosa con la arena blanca y las aguas cristalinas, también tiene una maravillosa piscina que da al mar con unas vistas estupendas. Por lo que es el lugar ideal para descansar y tomar algún que otro cóctel que si lo haces en la hora feliz tampoco te salen tan caros.

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