martes, 19 de febrero de 2013

Estambul, la ciudad de las mil culturas


En Estambul pasamos tres días, dos de ellos los hicimos por libre y en el primero contratamos una excursión. La principal peculiaridad de Estambul es que une a dos continentes, Europa y Asia, así como a sus respectivas culturas. En ella, nos alojamos en el hotel Bulvar Palas. Es un hotel de cuatro estrellas que se encuentran en la zona vieja de Estambul. Está bastante céntrico para llegar al Gran Bazar y hay un tranvía que se puede coger muy cerca y enseguida llegas a este gran mercado, que es una de las principales atracciones de la ciudad.


Nuestro primer contacto con Estambul fue la mezquita de Solimán, el Magnífico. Es una auténtica maravilla fue una de las que más me gustaron de esta ciudad por la forma en la que entraba la luz por cada una de sus vidrieras. A continuación, fuimos al mercado de las especias, uno de los más antiguos de la ciudad. Lo que más llama la atención es el colorido que existe en cada uno de sus puestos, ya que la mayoría son de especias, así como el olor que desprenden. A mi personalmente me gustó bastante más que el Gran Bazar, ya que es más pequeño y no existen los problemas del otro mercado; además, la gente es mucho más respetuosa que en el otro. Allí adquirimos té de manzana, aunque la verdad es que luego al hacerlo en España no sabe tan rico como en las teterías de Estambul. A nosotros nos gustó sobre todo una que estaba cerca del Gran Bazar, en ella no había apenas turistas ni mujeres, pero se respiraba un aire muy auténtico. En los días que estuvimos en Estambul íbamos por las noches a degustar una shisha de sabores (son las famosas pipas de los países árabes) y un té, aunque probamos diferentes sabores el más rico era el de limón.


Continuando con la excursión nuestra próxima parada fue un restaurante del puerto y la verdad es que probamos un pescado parecido a la lubina que estaba muy rico. Tras el almuerzo subimos a un barco que nos dio un paseo por todo el Bósforo. En los alrededores del río se pueden ver casas suntuosas, así como los diferentes palacios que tiene la ciudad como el palacio de Dolmabahçe, uno de los más llamativos de Estambul. Por la noche decidimos acercarnos al barrio de Taksim, uno de los más conocidos de la ciudad y en el que pudimos cenar, entrar a una tetería e incluso comer algún dulce callejero propio de esta ciudad.


Al día siguiente nuestra primera visita fue al tempo de Santa Sofía. Es uno de los monumentos que más me apetecía ver, pero que me decepcionó debido a que estaba en obras y había numerosos andamios colgados en el interior de la misma, que desprestigiaban su grandeza. Además, por fuera lo tenían muy mal conservado y la pintura del exterior se estaba cayendo a trozos. La imagen no se parecida a la que siempre habíamos visto en los libros de historia. Cerca de allí se encuentra un monumento menos conocido, pero que nos sorprendió por su iluminación y su sencillez, se trata de las cisternas. Es la forma en la que se comunicaban y llevaban el agua por las diferentes partes de la ciudad. Es algo muy curioso y que llama mucho la atención. Además, te dejan andar por el fondo y descubrir los entresijos de esta bella ciudad.


La tarde la dedicamos a recorrer el Gran Bazar. Es un mercado en el que puedes encontrar casi de todo, el único problema es el agobio de los vendedores. Además, tienes que regatear con ellos en todo y llega un momento que puede llegar a ser desesperante. Los precios no están mal, sobre todo si regateas, pero al final creo que no merece la pena perder mucho tiempo allí, aunque conocimos a gente que iba todas las tardes a comprar, eso depende del nivel de consumismo que poseas. El día lo terminamos disfrutando de otra tetería.

En nuestro último día en Estambul decidimos recorrer un poco más la ciudad. Existen dos palacios el de Dolmabahçe y el de Topkapi, como era nuestro último día y no nos daba tiempo a ver los dos nos decidimos acercarnos a este último. Es un palacio impresionante, sobre todo por su decoración. Si pagabas un poco más podías entrar a las salas donde se encontraban las colecciones de joyas de los sultanes, que sin duda es lo que más merece la pena. Se pueden ver diamantes y otro tipo de piedras de gran tamaño engarzadas en diferentes joyas como coronas o grandes collares, lo malo es que no te dejan hacer fotos por lo que no puedo enseñároslas. Tras la visita al palacio, nos acercamos a la mezquita azul, la más espaciosa y bonita que hay en Estambul, tanto por dentro como por fuera. Lo que se me ha olvidado deciros es que como sabréis para entrar en cualquier mezquita tenéis que ir con las piernas y los brazos cubiertos e incluso en algunas te obligan a llevar la cabeza con pañuelo. Normalmente a la entrada de los templos existen mujeres que te ofrecen pañuelos para que te los coloques en la cabeza, pero si eres un poco escrupuloso es bueno que te lleves tu mismo uno en el bolso y así no tendrás ningún problema. Terminamos nuestro recorrido acercándonos al hipódromo, que es una plaza en la que se encuentra un gran obelisco, aunque nuestro viaje finalizó disfrutando de nuestro té de limón y de una buena shisha. Espero que os haya gustado mi pequeño resumen de Estambul y que os animéis a ir, ya que es un viaje que actualmente es bastante económico. A nosotros lo único que nos faltó por visitar de Turquía fue su capital Ankara, aunque en la agencia no nos la recomendaron, ya que se parece más a cualquier ciudad europea, pero eso va en función de gustos, así que si tenéis más días os podéis animar a conocerla.




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