Este
verano decidimos acercarnos al país vecino y recorrer sus ciudades más
emblemáticas; y como no podía ser de otra manera decidimos comenzar por su
capital, Lisboa. La verdad es que de los lugares donde estuvimos fue el que
menos me gusto, pero merece la pena una visita sobre todo por lo cerca que está
y los precios económicos que tiene.
Lo que
más destaca de Lisboa, son los antiguos tranvías que recorren las diferentes
calles de la ciudad. Para llegar a las zonas nuevas de la capital también
existen tranvías modernos, pero estos no llaman demasiado la atención, aunque
también se pueden probar, sobre todo para llegar al barrio de Bélem. Para
moverte por Lisboa lo mejor es comprar una tarjeta que se llama 7 colinas cuesta
0,50 y la puedes recargar en función de
los días que vayas a pasar en la ciudad.
Nosotros
llegamos un jueves por la tarde y lo primero que hicimos fue ir al Hotel Amazonia, nos salió a
muy buen precio y está bastante bien ubicado, ya que tardas cinco minutos en
llegar andando a una de las avenidas más céntricas de Lisboa, y un cuarto de
hora en bajar a una de las zonas más concurridas. Además, como suele ocurrir en
cualquier ciudad hay muchos medios de transporte que puedes utilizar. El hotel
era un poco viejo, pero tanto las instalaciones como el desayuno eran bastante
aceptables, lo único malo es la fachada exterior, ya que ofrece una impresión
bastante mala. En la zona encuentras aparcamiento gratuito fácilmente y tienes
varios restaurantes para comer o cenar. Nosotros nos decantamos por un
brasileño en el que pudimos degustar diferentes tipos de carnes.
Al día
siguiente nos levantamos pronto, desayunamos y cogimos la avenida Liberdade
para ver la plaza del Marques de Pombal y llegar hasta la plaza del Comercio,
que desemboca en el mar. Allí decidimos comprarnos unos helados y tomarnos
frente al mar. Fue una de las cosas que más me sorprendió de Lisboa lo rico que
están los helados de diferentes sabores. A continuación, y tras comprar la
tarjeta 7 colinas, decidimos utilizar los tranvías para ver el centro de la
ciudad. La primera vez que te montas es algo fascinante y por ello lo
utilizamos para movernos por los diferentes puntos de la ciudad. El primer
lugar donde paramos fue en la catedral; luego continuamos hasta el Castillo de
San Jorge, pero no llegamos entrar, pero nos sirvió para dar una vuelta por los
alrededores y descubrir las calles de Lisboa.
Tras
comer en un parque decidimos coger uno de los tranvías nuevos para llegar hasta
el barrio de Bélem, aunque como se nos había hecho tarde, y los domingos por la
mañana se puede entrar gratis a los monumentos de esta zona, simplemente estuvimos
dando un paseo; ya que es una de los lugares más bonitos de la capital, gracias
al Monasterio de los Jerónimos, la torre de Bélem y el Monumento a los
Descubridores.
Para
terminar el día decidimos utilizar el funicular, así como los diferentes
tranvías para tener una perspectiva de Lisboa de noche. Además, decidimos
recorrer los barrios altos de la ciudad, ya que por la noche es por donde se
concentra la marcha, aunque como al día siguiente nos esperaba una jornada dura
decidimos regresar pronto al hotel.
El
segundo día nos acercamos a ver la ciudad de Sintra, que bajo mi punto de vista
es la más bonita que vimos en Portugal y por ello he decidido dedicarle un
post, que publicaré el miércoles y he editado un pequeño vídeo en el que se
puede ver los diferentes castillos. No obstante, también visitamos el Cabo de
Roca y Cascais, os aconsejo que si vais con tiempo os acerquéis a estos dos
lugares, pero no son nada del otro mundo, así que yo dedicaría más tiempo a
Sintra y me omitiría estos dos destinos, eso sí daros cuenta que Sintra es una
ciudad muy turística, por lo que armaros de paciencia sobre todo si vais en
coche.
El
domingo nos levantamos pronto para visitar el Monasterio de los Jerónimos y la
Torre de Bélem, daros cuenta de que como esa mañana es gratis hay colas
bastante largas, así que presentaros allí antes de que abran los monumentos.
Nosotros decidimos visitar primero el claustro de los Jerónimos, que como podréis ver en el vídeo es
impresionante, por lo que os recomiendo fervientemente que entréis. Además,
mientras estáis esperando la cola podéis echar un vistazo a la iglesia y al
museo arqueológico de la ciudad.
Tras
esta visita nos dirigimos a la Torre de Belén, es una torre defensiva y que
ofrece unas vistas bastante espectaculares de la desembocadura del Tajo. En
ella se pueden ver los cañones, los fosos e ir subiendo los diferentes pisos
hasta llegar a la terraza. Como había tanta gente era un poco complicado subir
y bajar, pero seguro que si vais en otra época o entráis otro día pagando la
entrada, no tenéis ningún problema.
Nuestro
siguiente destino fue el pueblo de Óbidos, que se encuentra a 80 kilómetros al
norte de Lisboa. Es una villa medieval en la que destacan sus calles y casas,
así como sus comercios. Justo antes de entrar hay un pequeño mercadillo, en el cual se puede
comprar cerámica portuguesa, unos bollos preñaos riquísimos y zumos de naranja
muy frescos. Al final del municipio hay un gran castillo y alrededor han creado
otro mercado con un pequeño anfiteatro para durante el verano representar una
gran Feria Medieval, que dura diferentes semanas de los meses de julio y
agosto, lo malo es que cuando nosotros fuimos se acababa de terminar.
Tras
comprar los bollos y comer en un área de descanso, ya que en Óbidos había mucha
gente y los menús eran un poco caros, continuamos nuestro viaje hasta Coimbra,
donde hicimos noche. Allí nos alojamos en el Hotel Confort Inn Almedina, era un
alojamiento bastante aceptable que se encontraba cerca del centro, pero no
tenía problemas de aparcamiento. Esta ciudad es pequeña, por lo que os la
podéis recorrer andando. Lo más destacado es su paseo bordeando el río y su
famosa universidad, así como las numerosas iglesias que se encuentran en sus
diferentes calles. En el centro de Coimbra existen bastantes establecimientos
hosteleros, lo malo es que el domingo por la noche cierran pronto y casi no nos dio tiempo a cenar, menos mal que
saliéndonos del centro encontramos un restaurante en el que pudimos degustar los
fabulosos pescados portugueses como el bacalo a la bras (un plato exquisito, la
receta os la contaré esta semana) y unas sardinas a la plancha. Con lo único que debéis tener
cuidado en Portugal es que cuando os sentéis a cenar o a comer os ponen un
plato con diferentes aperitivos (aceitunas, mantequilla, queso…) y luego os lo
cobran a precios, que bajo mi punto de vista, son un poco caros si se comparan
con el coste del menú, así que tened cuidado. Tras la cena nos fuimos al hotel
para descansar, ya que al día siguiente continuábamos nuestro viaje a la ciudad
de Aveiro para terminar en Oporto, pero eso ya os lo contaré en otro post. De
momento os dejo un vídeo de nuestros días en Lisboa.
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